Drogas
Por el
Comité Independiente Antisida
La magnitud del problema,
sus consecuencias sociales, sanitarias, posibles soluciones, algunos mitos y su
falsedad
En España, en los últimos
años, ocho de cada 10 casos de SIDA están relacionados de algún modo con el
consumo de drogas por vía parenteral.
De todos es sabido que
las jeringuillas que pasan de un drogadicto a otro al drogarse con heroína, por
llevar restos de sangre, transmiten el virus VIH. Con el miedo al SIDA, el
patrón de consumo de drogas está cambiando a otras de menor riesgo frente al
VIH. La precaución ante el SIDA ha supuesto un aumento en la práctica de fumar,
inhalar y esnifar, no un menor consumo de drogas. Esto produce una disminución
en la utilización de heroína, desencadenando un aumento en el consumo de
cocaína, "speed", y drogas de diseño (éxtasis, MDMA).
Por eso, aunque se
consuma menos heroína, el problema continúa.
La mezcla de drogadicción
y sexo aparece cada vez más como el factor decisivo en la propagación del SIDA
en Estados Unidos. Así lo ha demostrado un estudio hecho público por el Centro
de Control de Enfermedades de Atlanta. El estudio detectó que de los 40.000
nuevos casos de infección por el virus VIH registrados, casi tres cuartas partes
de ellos eran toxicómanos.
El principal grupo de
riesgo no lo constituyen sólo los adictos por vía intravenosa. Un número
creciente está formado por adictos al crack, y especialmente mujeres, que se
contagian al tener relaciones sexuales con otros adictos.
Los datos y el análisis
realizado por el Centro de Atlanta, extrapolables a occidente, indican que las
personas afectadas por el SIDA últimamente, forman un grupo muy diferente de las
que fueron infectadas antes. Según las estadísticas, antes, que se contagiaron a
mediados de la década de los 80, eran sobre todo homosexuales (50%), y
drogadictos por vía intravenosa (25%). Está dejándose ver claramente, que con
otras drogas (bajo sus efectos) también se contagia mucho el SIDA, pues se
mantienen relaciones sexuales bajo los efectos de drogas o de alcohol. En esas
circunstancias es difícil recordar, o hacer caso a recomendaciones de
campañas.
Según el Dr. Scott
Holmberg, director del estudio, los adictos al crak que están siendo contagiados
son fundamentalmente hombres y mujeres jóvenes. El SIDA es ya la primera causa
de muerte entre los norteamericanos de 25 a 44 años. Y es entre las mujeres
donde se está produciendo el aumento más alarmante. La mitad de estas mujeres
son adictas al crak.
A la hora de proporcionar
tratamiento a los toxicómanos, se hace hincapié en la carga económica que
representa. Pero el Dr. Des Jarlais, especialista en drogas en Nueva York, ha
hecho notar, que si bien el tratamiento de un heroinómano con metadona durante
un año llega a costar entre 3000 y 4000 dólares (400.000 y 500.000 pts), y el de
un adicto a la cocaína oscila entre 6.000 y 20.000 dólares (700.000 y 2.400.000
pts), el tratamiento de un enfermo de SIDA asciende a 120.000 dólares al año
(14.4000.000 pts/año).
El problema más grave que
ahora mismo tiene la Comunidad de Madrid es el de la droga. No sólo por el
enorme impacto que causa en miles de personas, especialmente jóvenes, cuyas
vidas quedan prematuramente desechas; sino también por la influencia directa que
la droga tiene en la comisión de delitos. El 80 % de los actos delictivos que se
perpetran en la Comunidad madrileña están enlazados de una manera o de otra, con
el mundo de la droga. Los "capos" de "La Rosilla", poblado apodado también "Los
Pitufos", se han hecho con el mercado de la droga en Madrid. Hacen una caja de
100 millones de pesetas al día y disponen de un contingente de "yonquis" que
actúan de auténticos "esclavos", pues lo mismo sirven para probar la pureza del
"material" que para hacer recados. Quien visite "La Rosilla" con los ojos
abiertos se quedará espeluznado ante este panorama de miseria humana y de
explotación, de mentira retorcida y macabra impotencia, y escandalizado al ver
cómo se permite eso, mientras los políticos dedican horas y horas para ver qué
farolas sentarán mejor para tal plaza. El nauseabundo mercado implanta su poder
por encima de la ley y de las protestas vecinales. La sociedad no puede
permitirse este despilfarro absurdo de vidas humanas, esta burla diaria que
afrenta a todos y que sobre todos incide dramáticamente. Contra la droga hay que
luchar con todas las armas que la ley permita. Y si con los tirachinas que
permite la ley no se vence al enemigo, habrá que utilizar munición
pesada.
La captura de cualquier
alijo de drogas; la detención de narcotraficantes; la acción de la Policía y la
Justicia contra alguno de los "capos" de las mafias que inundan el mundo con esa
basura que son las drogas, producen siempre en la sociedad una sensación de
alivio. Quienes aún toleran el consumo o el pequeño tráfico para uso particular
no hacen sino mostrar un maniqueísmo inaceptable.
No sirven, ni a efectos
dialécticos, los argumentos de que resulta imposible luchar contra una tendencia
natural del ser humano a superarse, a evadirse de la realidad o transitar,
durante alguna etapa de su vida, por "paraísos" artificiales; no es cierto que
resulte imposible luchar contra los narcotraficantes porque disponen de
influencias, dinero, y modernos recursos técnicos, y porque en ocasiones, tienen
a su servicio a los propios encargados de perseguirles como son algunos policías
y jueces corruptos; no está demostrado que en todos los países las normas
penales, civiles y procesales presenten lagunas que permiten escapar de la
acción de la justicia a los responsables máximos de la producción y de la
distribución mundial de drogas. Tampoco es una verdad excluyente que los
partidos políticos de determinados países distraigan la atención sobre la droga
porque su llegada al poder haya podido ser financiada, en ocasiones, por
narcotraficantes.
Si es cierto, en cambio
que, para los toxicómanos, las dosis han de crecer en progresión geométrica
mientras que los efectos sólo crecen en progresión aritmética hasta un límite
letal; como lo es que la historia, la medicina y la estadística demuestran que
no existen fronteras entre drogas blandas y duras; que la toxicomanía lleva a la
delincuencia; que la drogadicción es algo más que un problema social, económico
y político para adentrarse en los oscuros recovecos de la miseria de la
condición humana cuando desaparece del horizonte la fe, la espiritualidad, los
principios, los nobles afectos, y aparece el tedio vital de quienes no saben
labrarse su propio futuro con dignidad y con esfuerzo.
Se puede entender, acaso,
que en algunas sociedades primitivas o en determinadas circunstancias históricas
o sanitarias algunos seres humanos hubieran de recurrir a la mescalina, el opio,
la morfina para luchar contra la fatiga de la esclavitud, la enfermedad o la
adversidad. Pero no puede entenderse, sin entrar en profundidades sociológicas y
sicológicas, que en las sociedades modernas el uso de drogas "de diseño" como
éxtasis, speed, Eva, se haya convertido, para cierta juventud, en lustre social,
recurso potenciador de incapacidades, hallazgo hedonista inexplicable y
frustrante.
¿Legalizar?.
En materia de drogas, por
haber de todo, hay quien sigue pensando en legalizar el consumo y hasta el
tráfico de estos productos. El juez Garzón que se hizo famoso por detener a
varios agentes de la Unidad Central de Investigación Fiscal Antidroga que habían
entregado droga a confidentes, ahora es él el que entregaría droga gratis a los
toxicómanos, y a la venta a cualquiera, si la sociedad lo demanda. La
eurocomisaria de Consumo Enma Bonino también tiene una posición ambigua, y dice
que :"Las drogas son productos esencialmente agrícolas que, en un mercado libre,
serían mucho menos caros".
Da la impresión que el
Estado quiere obtener el monopolio del tráfico de drogas, con beneficios que se
sumen a los del alcohol y tabaco. El contribuyente que ya paga la rehabilitación
de toxicómanos, tendría que pagar la fabricación de las drogas a precios más
competitivos que los del mercado negro.
Creen que legalizando las
drogas se llegaría a una situación como la actual del alcohol. Piensan,
erróneamente, que disminuiría la delincuencia, y los adictos, cuya cantidad se
multiplicaría, sólo destrozarían sus vidas y las de sus
familias.
Los extoxicómanos, los
que quieren dejarlo, y los que les atienden, no quieren ni oír hablar de
legalización, pues mayor publicidad sobre las drogas equivale a muchas vidas
destruidas. Aunque la prohibición, en si misma, no arregla el problema, la
legalización lo agravaría.
Sin embargo, el 27 de
Febrero de 1995, en Viena, la Junta Internacional de Fiscalización de
Estupefacientes, organismo de la ONU, volvió a pronunciarse en contra de la
legalización de las drogas. Legalizar el consumo y el tráfico significa
alimentar la demanda.
El informe cita el caso
de Zurich para escarmentar en cabeza ajena. Allí, los muchos años de tolerancia
han llevado a una triste situación en que las autoridades no son capaces de
controlar un problema tremendo. Se toleró el consumo de drogas en un parque
público (parque de las jeringuillas), y en una estación abandonada, pero el
clima de peligrosidad creado en el entorno obligó a la policía a desalojar esos
lugares. Los precios bajaron por no estar perseguido el tráfico, de modo que las
drogas llegan a más personas y los drogadictos tienen más facilidades de obtener
dosis mayores.
Tampoco las medidas
sanitarias, como la distribución gratuita de jeringuillas mejoró la situación,
sirvieron para obstaculizar los programas de prevención y aumentar el número de
drogadictos. El consumo se disparó, de igual forma que el número de muertos por
sobredosis.
La criminalidad ligada al
tráfico de drogas aumentó, pues al bajar los precios se produjo una lucha de los
grupos de traficantes por el monopolio de la heroína. Se ha llegado a distribuir
heroína gratis durante tres años, y eso sólo está consiguiendo mantener el ciclo
de adición de los drogadictos.
El informe de la ONU
criticaba a Suiza por la falta de legislación sobre sustancias psicotrópicas y
sus precursores, se lamenta de la despenalización del consumo en Italia, y alaba
el endurecimiento de la legislación en Portugal y España. El informe tampoco
está de acuerdo con la distinción a efectos legales, entre drogas duras y
blandas. Las denominadas drogas blandas sirven casi siempre como entrada y
preparación de las duras. Su uso habitual y despreocupado suele acabar con la
adición a drogas mucho más peligrosas. También se critica a Holanda por
distinguir entre traficantes duros y blandos; los traficantes utilizan las menos
duras como preparación y enganche de las más peligrosas.
Por lo que respecta a la
situación en las diversas partes del mundo, el informe observa que la
internalización del narcotráfico ha dejado prácticamente sin sentido la
clasificación tradicional de los países en proveedores, de tránsito y
consumidores. Los países de tránsito se están convirtiendo en consumidores y
viceversa. En el caso de África, las lagunas legales y la debilidad de la
vigilancia llevan a un incremento del tráfico que acaba alimentando la demanda
local. Así, el cannabis, abundantemente cultivado en África para la exportación
a Europa, ha registrado últimamente un fuerte aumento del consumo en el mercado
interior africano.
Parece que a continuación
de este informe, algunos países se han dado por enterados, y ha habido
reacciones.
El gobierno holandés
debate una nota redactada por la ministra de Salud en la que proponen una
política más rigurosa respecto al consumo y tráfico de drogas. Ahora, aunque el
consumo y tráfico de drogas "blandas" sigue siendo delito, se tolera a una
persona poseer hasta 30 gr. La propuesta en estudio sugiere rebajar la cantidad
de 30 a 5 gramos (algo es algo), y otras medidas restrictivas. Los países que
rodean a Holanda se quejan pues, ese país viene a ser la puerta fácil de entrada
de la droga en Europa. Por ejemplo, la ministra de Justicia sueca también ha
acusado a Holanda de facilitar, con su tolerancia, le entrada de estupefacientes
en Suecia, donde las llamadas drogas blandas no están permitidas, la metadona
apenas se distribuye a los toxicómanos y hay una enérgica propaganda antidroga.
Chirac, el presidente francés, ha amenazado con restablecer los controles
fronterizos. Los franceses acusan a Holanda de que el 50% de la heroína y el 81%
de las pastillas de éxtasis llegan a su país desde Holanda, en contenedores que
entran por el puerto de Rotterdam con destino a Francia y que no pasan a su
llegada ningún control. Los mismos habitantes de Rotterdam destruyen los coches
de franceses y alemanes, para desanimarles de que acudan allí a por droga. Estas
medidas, algo más restrictivas, propuestas en el parlamento holandés, fueron
aprobadas el 2 de Abril de 1996, después de meses de polémica. Los cuerpos de
policía han reaccionado contra las nuevas normas de venta, pues resulta difícil
controlar si un usuario ha comprado sólo 5 gramos mientras continúe estando
despenalizado poseer hasta 30 gramos.
La experiencia en Suecia
es clarificadora. Según señalaba hace algunos meses Eva Brannmark, responsable
del departamento antidroga de Estocolmo, las investigaciones llevadas a cabo en
su país por el siquiatra Nils Berejot han demostrado que el número de
consumidores de droga crecía o disminuía según el grado de permisividad de las
leyes, y que la droga figuraba entre las primeras causas de delincuencia. El
doctor Berejot, asesor de la policía sueca, llevó a cabo un trabajo único en su
género que fue decisivo para que en Suecia, en las intenciones de sus
gobernantes, pasar de ser un "paraíso de la droga" (1965) a un país "libre de
droga" (1977). El doctor Ulf Rydlerg, toxicólogo del instituto Karolinska,
subraya por su parte que hoy está comprobado que "hacer difícil o penalmente
arriesgado el acceso a la droga hace que renuncie a usarla el 50% de los
consumidores, que lo son ocasionalmente".
Hablando un poco de lo
que pasa en España, hay que recordar el mercado de la droga y la tolerancia que
nuestras autoridades tienen, pues debieron aprender mucha tolerancia en 1995,
año internacional de la tolerancia. ¡Cuántos ciudadanos sabemos a ciencia cierta
dónde se vende la droga y qué personas lo hacen!. La policía también lo sabe, no
es tonta, pero es tolerante, lo que resulta más vergonzoso aún. En España
lamentablemente está permitido el consumo de droga, y teóricamente la venta no,
pero se tolera. La policía dicen que los jueces ... , los jueces dicen que la
policía ... . ¡Cuánta tolerancia criminal!.
Hacienda que tiene tantos
inspectores, ¿no podría hacer una visita a tantas personas millonarias y sin
trabajo?. Los mejores coches, los mejores lujos, y todos los miembros de la
familia en paro, solicitando viviendas sociales.
Resultó penosa la noticia
a finales de 1996, en la que un bebé de raza gitana había sido atendido
gravísimo en un hospital por sobredosis de droga. Y es que sus padres,
confesaron, habían confundido en bote de la droga con el bote de la leche en
polvo, y le prepararon al bebé un biberón de cuidado. De igual forma, otro bebé
de dieciséis meses murió en España, en Galicia, en Abril de 1997 porque se había
bebido parte de la metadona que su madre tenía por casa. La madre ni se dio
cuenta, estaba colocada con la metadona que sirve la S.S. (Seguridad Social) a
los drogodependientes para que continúen siéndolo siempre, y sigan cometiendo
todo tipo de torpezas. Y como los niños hacen los que ven hacer a sus padres ...
.En ese mismo mes, en Valladolid, un drogadicto mató de veintitrés cuchilladas a
su compañera también drogadicta a base de más de treinta cuchilladas. Estos
drogadictos estaban "muy bien atendidos" por la Seguridad Social y la Cruz Roja
en sus planes que llaman eufemísticamente de "reducción de
riesgos".
En Octubre de 1997 en la
tercera Conferencia sobre SIDA y drogas, el ministro del Interior, Jaime Mayor
Oreja, además de decir, como para disculparse, que las drogas supera cualquier
frontera geográfica nacional e incluso europea, dijo que :"en la lucha contra la
droga ya hemos perdido la primera batalla, la de la prevención", reconociendo
así el fracaso de su política. En esa conferencia, se aportó el vergonzoso dato
de que en España 42.300 personas consumen metadona gratis suministrada por el
Estado. 42.300 personas viven todo el día narcotizadas por el Estado Español,
para que no den problemas, e incluso se predice que pronto lo que puede
suministrárseles serán nuevos opiáceos de síntesis (Laam, buprenorfina), o
incluso heroína.
También hay colectivos
que apoyan la legalización de las drogas, y hasta podrían llevarse el gato al
agua. De esta opinión suelen estar, lógicamente los adictos al tema. Para los
que el tema no les afecta, y opinan en pro de la legalización, el principal
argumento suele ser que así se acabaría el enriquecimiento de traficantes. A
esta conclusión se llega con unas dosis de rabia, impotencia e ignorancia, pero
también con dosis de envidia de ver cómo se hacen de fácil algunas
fortunas.
Existen razones de
experiencia para oponerse a la legalización de las drogas, pues no ha resuelto
los problemas, sino que los ha agravado en los países donde se ha experimentado.
El problema no está en la droga, sino en la enfermedad de valores de una
sociedad que lleva a la droga. Con la legalización, no sería sólo el producto lo
que se legalizara, sino que se convalidan las razones que llevan a consumirla.
La droga, ya sea comprada ilegalmente o distribuida por el Estado, es siempre
destructora del hombre.
Hay que rechazar la
distinción legal entre drogas "blandas" y "duras", porque, aparte de las
discutibles razones farmacológicas, no tiene presente que lo importante es la
cantidad consumida, el modo, y las posibles asociaciones de productos. Esta
distinción olvida también que el consumo de estas sustancias favorecen el
aislamiento, la dependencia y el paso a drogas cada vez más
fuertes.
Dos estudios científicos
publicados en la revista "Science", en Junio de 1997, demuestran que el consumo
prolongado de drogas presuntamente "blandas" como el hachís y la marihuana
preparan químicamente al cerebro para la adición a drogas letales como la
heroína o la cocaína. La ciencia desmonta la falsedad de la mortal propaganda
que pretendía que los derivados del "cannabis", no creaban adición. La crean,
producen síndrome de abstinencia y, además de otros males como el denominado
"letargo mental", conducen suavemente a la destrucción. La ciencia destruye la
"buena prensa progresista" del "porro", la irresponsable mentira que lleva a
tantos adolescentes al horror. No hay, pues, drogas
blandas.
Sanitarismo.-
Los Estados, de forma
global, no están por las medidas de legalizar el tráfico de droga. Sin embargo,
se inclinan cada vez más por otras medidas que se pueden llamar sanitaristas :
tratar las adiciones como una cuestión de salud pública. Más que curar las
adiciones, se "pretende" controlarlas, para aliviar y contener los problemas
sanitarios y sociales que provocan ; otra cosa es que lo consigan. Los ejemplos
de políticas sanitaristas abundan : reparto de jeringuillas y condones a
toxicómanos, administración controlada de heroína (ya hay un programa de este
tipo en Suiza desde el año 97, y en Holanda empezó otro en Mayo de 1998), y
empleo de substitutivos como la metadona, que es la opción más extendida. El
último informe del Observatorio Europeo de Drogas presentado el 4-XI-97 en
Lisboa, señala que en la Unión Europea, el número de heroinómanos a los que se
les administra substitutivos, casi se triplicó entre 1993 (73.000) y 1996
(200.000). En España, el ministro de Sanidad no tenía ningún reparo en reconocer
que 42.300 personas en España viven narcotizadas con ayuda del Ministerio de
Sanidad ; incluso daba la impresión de estar satisfecho con la cobertura tan
amplia.
¿Qué se consigue con esta política, también llamada de reducción
de riesgos?. Vamos a reflejar pros y contras :
- Una porción de
drogadictos deja de delinquir, al tener gratis la mercancía, y desaparece a la
vista del público, lo que "interesa" socialmente, pues el adicto que recibe
metadona no se droga en la calle, sino en la farmacia o en el
hospital.
- Los programas de
metadona pueden resultar alguna vez útiles, si se toman como paso intermedio
hacia la rehabilitación sin droga. Con ellos se puede atraer a toxicómanos que
no se someterían con otro tratamiento, y así vigilar su salud y limitar los
daños.
En cambio, los contras
son más abundantes :
- Muchas personas que
reciben metadona siguen siendo adictos a los opiáceos y también, si es
politoxicómano, a otras sustancias que la metadona no
sustituye.
- Si no se consigue
motivar al que recibe metadona a dar un paso más, los problemas se perpetúan. De
hecho, entre los programas estatales se observa que es preciso aumentar la dosis
de metadona para mantener la situación
- La proliferación de
programas metadona provocan que lleguen menos toxicómanos a los tratamientos
libres de drogas. De hecho en casi todos los países hay más heroinómanos en
programas de metadona que en tratamiento libre de drogas.
- El "tratamiento" de
metadona, en muchos casos, no permite llevar una vida
normal.
- Se centra la atención
en la sustancia, la metadona, cuando el problema está en el sujeto. El problema
en el fondo, no es la dependencia a una sustancia, sino más bien una tendencia a
las adiciones en general. Así, los programas de metadona no sólo perpetúan la
dependencia de los opiáceos, sino que no hacen nada contra las otras
dependencias.
- El adicto está
enganchado no sólo a una sustancia, sino también a un estilo de vida. Toda
adición se satisface según un rito y en un ambiente determinado, y acaba por
configurar la actitud vital del sujeto. Por eso, no sirve tratar la dependencia
física si no se ataca a la vez la dependencia psíquica. A base de fármacos, y
encerrado en el campo, un toxicómano puede abstenerse de la droga durante varios
meses ; pero recaerá cuando salga, si no ha aprendido a vivir sin
drogas.
- Hay otras adiciones
asociadas : ludopatías, bulimia, adición al sexo, y que tienen una dinámica
destructiva, aunque en principio, sin consecuencias biológicas. Estas otras
dependencias, cuyos efectos perjudiciales son también patentes cada vez más en
la sociedad, escapan del tratamiento sanitarista.
El balance de pros y
contras sale claramente a favor de los contras, por lo que nos hace ser muy
críticos con los programas metadona, o de reducción de riesgos ; programas que
en lugar de llamarse reducción de riesgos, podrían llamarse de ampliación de
riesgos ocultos, o de salpicación de riesgos.
La pregunta clave no es
¿qué hacer para que un individuo deje de drogarse ?, Si no ¿por qué necesita
drogarse?. Existe un retrato-robot de un posible adicto a las drogas ;
conociéndole bien y atajándole, podremos hacer una buena política contra la
drogadicción. Es el que sigue :
Suele tener autoestima
baja.
Se mueve por impulsos más
que por deliberación.
Tolera mal la frustración
y busca satisfacciones inmediatas.
Le falta realismo : se
plantea objetivos sin comprender el esfuerzo que exige
conseguirlos.
No sabe enfrentarse a los
problemas : los rehuye.
Tiene poco desarrollado
el sentido de la responsabilidad, no ha aprendido a cargar con las consecuencias
de sus actos.
Está acostumbrado a las
soluciones fáciles.
Es una persona inmadura,
que tapa con la adición su falta de recursos interiores para tomar las riendas
de su propia vida.
Es una persona que
abandona los estudios o sobrevalora el ocio.
Viene de familias
conflictiva o desestructuradas, que no les da la atención que necesita ; o por
el contrario, viene de familia superprotectora, que envuelve al hijo entre
algodones, pero que no le enseña a administrar su
libertad.
Publicado en Revista
Arbil nº 26